lunes, 25 de abril de 2016

Editorial 116: PÁRESE DURO: ¡CAMBIEMOS ESTO!

Artículo publicado en la Edición impresa 116 (Abril - Mayo 2016) de Periferia Prensa Alternativa

Es un llamado que junta a muchos sectores de la sociedad inconforme con las injusticias que aquejan a la población de la barriada, de los territorios olvidados e incluso a las comunidades que no ven en los partidos y corrientes políticas tradicionales una posibilidad organizativa para resolver sus problemas cotidianos. También será una de las consignas que se agitarán para animar el paro nacional que se avecina y que probablemente se llevará a cabo antes de terminar este primer semestre. Es una campaña que pretende robarse los corazones de los más humildes y se empezará a mover por todos los medios y las redes a partir del 23 abril de 2016.
No es una iniciativa aislada, que busca protagonismos y privilegios, por el contrario reconoce y suma su propuesta de movilización y su creatividad al reciente proceso emprendido por diferentes organizaciones sindicales, sociales y populares articuladas en el comando nacional unitario que promovió el paro de marzo 17 de 2016. Párese Duro: cambiemos esto, agitará la participación en una jornada de alcances superiores, que promete paralizar el país en todos los territorios por más de quince días.
Aunque las razones para movilizarse y protestar en Colombia sobran y van desde la corrupción rampante del gobierno y sus instituciones – con las fuerzas militares y de policía a la cabeza –, pasando por las maromas del Centro Democrático para desviar la atención sobre los actos criminales de sus miembros y de los familiares de su principal líder, hasta los escándalos de Reficar, los niños desnutridos en la Guajira, la crisis de la salud, el desempleo y la venta de Isagén; hay una razón que causa mayor preocupación, por lo menos a los campesinos más humildes y a los líderes de las organizaciones sociales, y es la reactivación  del paramilitarismo, cuyo desmonte debería ser un propósito nacional de todos los sectores democráticos.
Y no es para menos. El escenario que se presenta en Colombia complejiza cada vez más el logro de la justicia social, de las transformaciones y por supuesto de la paz.
El reciente paro armado llevado a cabo por el aparato político militar de la ultraderecha, que no es nuevo y que jamás se desarticuló, tiene más de fondo que de ancho. ¿Por qué salieron los paramilitares en más de 5 departamentos y 33 municipios, según la revista Semana, fuertemente armados, paralizando todo en esos territorios, sin que las autoridades desplegaran operativos de la magnitud que desarrollan cuando se trata de un grupo guerrillero? ¿Por qué sus mensajes atemorizantes se movieron con tanta facilidad en redes sociales? ¿Por qué los medios masivos de información estrecharon sus informes periodísticos?
A nuestro juicio, el paro armado de los paramilitares del 1° de abril, y la marcha convocada por el centro democrático el 2 de abril, están articulados y hacen parte de una estrategia de la ultraderecha que pone en la palestra nacional varios desafíos. Uno de ellos es visibilizarse y legitimarse como opción de poder político y militar; dos, jugar su postura política en contra de la solución política negociada al conflicto armado; tres, desviar la atención de la sociedad sobre los escándalos que involucran a sus miembros en graves delitos; cuatro, arrancar la campaña para regresar a la presidencia de la república en 2018; cinco, aprovechar la creciente indignación de sectores sociales inconformes con las políticas del gobierno y finalmente generar un clima de ingobernabilidad.
Esto es demasiado delicado. En nuestro pasado editorial denunciamos el incremento de los asesinatos de líderes sociales a manos del paramilitarismo y su reactivación en varias regiones, situación imposible de llevar a cabo sin la colaboración y apoyo de las fuerzas militares y de policía, o por lo menos de segmentos descompuestos que hacen parte de estas, y que hoy después de los escándalos es imposible negar. Si esto es así, entonces hay una división en el Estado colombiano, y el Presidente de la República y el Ministro de Defensa no tienen el mando unificado de sus tropas, las que a su vez comulgan con un jefe natural distinto al gobierno legalmente constituido. Gravísimo.
Gravísimo porque se supone que el país, el gobierno y las insurgencias a las que se les responsabiliza hasta de hacer llover, están en medio de mesas de negociación, justamente para darle fin a lo que se ha señalado por décadas como la razón mayor de las tristezas y desgracias de este país. En el paro armado de la ultraderecha fueron asesinados a manos de los paramilitares 10 policías, o sea que el paramilitarismo no tiene ningún reparo en arremeter contra quienes se interpongan en su camino. Gravísimo también que no se hayan escuchado las voces condolidas del procurador Ordoñez y del Centro Democrático denunciando con vehemencia a los asesinos y condenando los actos de violencia ejecutados en la arremetida paramilitar.
Los que acabaron con los derechos sociales de los trabajadores, le entregaron a las transnacionales la soberanía y se robaron el erario público, hoy se visten de camuflado y se disponen a luchar a sangre y fuego por la recuperación del poder político y militar del establecimiento, que de todas maneras conservaron o está intacto en algunos territorios. Esto quiere decir que posiblemente nuestro país pase de tener en la oposición unas guerrillas de izquierda, a un ejército paramilitar de ultraderecha.
El escenario es muy probable. Porque ante la consigna de la ultraderecha de que un acuerdo de paz es entregarle el país a la guerrilla, ellos no se van a quedar de brazos cruzados cuando esto ocurra. En 2018 lucharán por hacerse a la presidencia y desconocerán los acuerdos de paz, o simplemente eliminarán a quienes los suscribieron. Si la que asume el gobierno es la izquierda o una coalición democrática, esta tendrá que enfrentarse a una oposición político – militar, pero esta vez de ultraderecha y en defensa de los intereses de las élites. También podría haber combinaciones y acuerdos entre la derecha y la ultraderecha. Estaríamos caminando hacia un país inviable, basado en el miedo y el autoritarismo, caminaríamos hacia un Estado fallido, si no es que ya estamos en él.
Por donde se le mire, el problema es complejo y la paz vista por la derecha como una ausencia de confrontación armada no se dará por mucho tiempo; menos se llegará a la justicia social. Entonces la participación activa de la sociedad en esta complejísima coyuntura es fundamental.
La principal herramienta para derrotar la visión guerrerista y militarista de la sociedad contaminada, y de promover un ambiente de transformaciones sociales hacia una democracia, es la manifestación eficaz de querer esos cambios y para ello hay que salir a las calles, a las carreteras, a los parques, a las instituciones, a exigir el desmonte del paramilitarismo y de la cultura que lo agencia, desde las autoridades hasta los medios masivos de comunicación que los siguen promoviendo como alternativa.
A las élites se les debe entregar el mensaje de esta manera, a través de una sociedad compacta que se para duro, firme ante las injusticias; que le juega a los principios básicos de reconstrucción de la Nación por medio de los derechos sociales al alcance de todos y todas. Hay que salir al paro para que cambiemos esto. Hay que pedir salud, empleo, educación, vivienda, defensa del agua, pero también exigiendo la desmilitarización de la sociedad y el desmonte del paramilitarismo.







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